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jueves, 23 de marzo de 2017

Un mal trago...pero resuelto felizmente.

     Tras un fin de semana más largo de lo habitual, debido al Día del Padre y las jornadas festivas en Madrid, me disponía a comentar los sentimientos y reflexiones que me venían estos días a la mente. Pero, los planes se vieron de repente alterados.

     La de ayer, fue una noche de esas que a los padres, nos toca vivir una experiencia muy poco grata y de inexpresable angustia... Una de esas situaciones que se crean tratando de educar y cuidar a nuestros hijos. Cualquier padre y madre están siempre en alerta para tratar de evitar un posible accidente, debido a la incesante actividad de nuestros hijos; pero cuando estos se presentan, parece agotársenos el aire... 

     Anoche, tras su baño y mientras esperaba su cena en el lugar "más seguro" para ello, su trona; decidió levantarse para ir a buscar un libro (como si la película que reanudábamos de la noche anterior no fuera suficiente...), tropezándose y cayendo al suelo al tiempo que golpeaba con su rostro en la mesa pequeña del salón... Un simple segundo, le valió para acabar con la tranquilidad que reinaba tras una jornada en que era plenamente feliz y se comportaba de manera fabulosa, del mismo modo que suele hacerlo últimamente (cuando el cansancio aún no puede con ella). 

     Esa caída, causó una prominente e importante brecha en su ceja, que por descontado, sangraba en abundancia hasta que pudimos aplicarle presión en la herida, aliviándolo al tiempo con una toalla húmeda, mientras nos preparábamos ya para salir rápidamente de urgencias al hospital. Esos instantes de auténtico pánico, los vivimos con "tensa" serenidad, lo cual fue calmando de inmediato a nuestra pequeña y cada día más querida y tierna Lera... Parecía increíble su capacidad para afrontar esa situación (que desgraciadamente no ha sido la primera); pero nuestro nerviosismo también iba acompañado de algún otro posible daño, que en ese momento no podíamos descartar; a pesar de que ella nos decía no tener...incluso dolor! Trataba de consolarla y tranquilizarla, de forma inusitada por su serenidad...tratando de hablarla y jugando a su vez con ella, practicando asimismo ejercicios de memoria, para tener la certeza de que permanecía despierta y atenta, contestando a mis preguntas y corroborando que como esperábamos, unos puntos fueran suficientes (a pesar de la delicada ubicación de la herida). 

     Qué decir que, ya habituados a ello, ni tan siquiera se nos ocurriera acudir al centro de salud, desde donde siempre, tras la consiguiente espera, nos derivan al hospital más cercano...incluso en situaciones mucho más simples.

     Llegamos al hospital, donde de inmediato nos atendieron y nos emplazaron a la sala donde la esperaban dos enfermeras...y para sorpresa nuestra, la más experta de ellas, recordaba a nuestra hija de una situación parecida ocurrida hace ya algunos meses; poniendo en antecedentes al doctor (en este caso el cirujano) que debía suturar la herida, a quien comentaba aquella anterior ocasión en que Lera ni tan siquiera se quejó, movió ni derramó una sola lágrima (lo cual hasta a nosotros nos sorprendió y sobrecogió). En este caso, a pesar de que la herida era mayor, tampoco hizo ningún gesto que pusiera en dificultades a los médicos, a quienes sin duda alguna, conquistó por su entereza nuestra "rusita" (como así la recordaban y a buen seguro seguirán recordando...). Su actitud pareció volar por las urgencias, donde la saludaban (al tiempo que nos sorprendía nuevamente diciendo: "ahora vamos a cenar...porque me suenan las tripitas") con un adjetivo muy apropiado para ella...Valiente. 

     Sin duda, como hemos observado tantas veces; existen innumerables cosas que para Lera eran desconocidas...como para la inmensa mayoría de pequeños que han tenido que valérselas por si solos ante unos primeros años de vida en que no tenían a quienes confiar su suerte o necesidades más íntimas y básicas: pero lo que nos vuelve a mostrar, es que están hechos de otra pasta...y además de ser Supervivientes, ya nuestros Superhéroes, habían aprendido a ser Valientes y no tener Miedo; a pesar de que también la Seguridad y Confianza de tener unos papás incondicionales a su lado, les pueden permitir afrontar estas situaciones con mucha más fortaleza. 

     No puedo negar, que aunque la sangre no me hizo perder el rumbo y la serenidad; el incesante cúmulo de nervios estando ya sujetando sus manos en la camilla, me hicieron estar al borde del desvanecimiento; pero no podía permitírmelo sintiendo la seguridad que ella tenía sosteniendo la mano de su papá...y saberlo, me ayudó a mantener el tipo y poderle ofrecer mis palabras de aliento; pudiendo observar paso a paso como iban suturando la herida. Comprobar su entereza, me hacía meditar; y no dejaba de mirar atónito cómo nuestra hija no exteriorizaba el dolor...algo que es incluso poco habitual en los adultos. En ocasiones, me hace pensar que no siente dolor; pero es evidente que se trata de una aceptación de él, o que aprendió a convivir asumiéndolo como algo habitual, con una normalidad que hiela nuestros sentidos y nubla nuestra comprensión. 


     Su mayor preocupación era poco después, que quizás no podría ir al Cumpleaños al que esa misma tarde le habían invitado; pero como ya le decíamos, trataremos de recuperar de inmediato todas sus actividades (empezando hoy mismo), aunque quizás alguna a un ritmo más acorde a la situación... Y es que, su Coraje, sigue llamando poderosamente nuestra atención; y su Voluntad, hace que todo parezca más fácil.


     Tras la llegada a casa, ese no fue el único accidente doméstico; aunque sí el único en que se vio involucrada directamente Lera; que cenó de maravilla y casi de inmediato (por supuesto tras intentar hacer lo posible para no cerrar los ojos y así relajarse), logró conciliar el sueño, cediendo ante el empuje del cansancio, tras un día largo y extraño.

     A pesar de todo, hoy vuelve la rutina...aunque con un cuidado especial y una dedicación aún más exclusiva. Y hay cosas que no cambian...quiso desayunar en su trona habitual, sin tener reparos en recuperar la más absoluta normalidad.


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